La brecha digital no se trata sólo de acceso, sino sobretodo de conocimiento.
Cuando se habla de brecha digital se cree que se trata de un problema de acceso a las computadoras o a Internet, pero ese no sería el verdadero problema.
La costarricense Kemly Camacho, directora de la organización Sulá Batsú, dedicada a investigar la brecha digital, señaló: “La brecha digital es una brecha social, una brecha de información y de comunicación, y no solamente de tecnología”, y agregó “muchas veces se asume que los procesos de comunicación en un grupo se transformarán mágicamente cuando se lleve la tecnología, pero eso no ocurre. Cuanto más se provee solamente acceso, más se promueve la brecha digital”.
Juan Manuel Villasuso, director del Programa Sociedad de la Información y el Conocimiento (PROSIC), de la Universidad de Costa Rica, aportó: "Nada hacemos con tener fibra óptica y banda ancha si las personas en última instancia no han desarrollado las destrezas para utilizar esas tecnologías".
Es más que contar cúantas computadoras y conexiones a Internet se tienen, un país, un Estado, debería preocuparse de cómo aumentar la calidad de vida de sus ciudadanos con estas herramientas tecnológicas.
Raúl Zambrano integrante del Programa de Naciones Unidas para el desarrollo lo ejemplificó claramente, “Es algo natural que la tecnología tienda a crear una brecha. Las tecnologías de la información y la comunicación no van a crear igualdad por sí solas. El que la tecnología se difunda con un fin social debe ser un objetivo del Estado, por ejemplo, ¿para qué queremos tener banda ancha: para mejorar la atención médica en un pueblo alejado o para que los jóvenes abran una cuenta en Facebook?
Es que en tiempos de la Sociedad del Conocimiento, donde el máximo capital ya no es el dinero, sino la información, carecer de los mismos implica quedar prácticamente desconectado del mundo.
Las nuevas tecnologías son herramientas que nos maravillan cada día y que suelen hacernos la vida más fácil, sin embargo sino se aplican la políticas adecuadas pueden convertirse también en herramientas que ayuden a agrandar las desigualdades.
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